Mientras las palabras entretejían las historias, un aroma a café invadía el lugar de encuentro. Una invasión que apaciguaba los sabores amargos dejados por el conflicto armado. Después de tal  encuentro con Fredy, decidimos seguir nuestro recorrido con las fuentes que ya estaban programadas. Así fue como llegamos a Juan Guillermo Velásquez. 

En el lugar más oscuro de Acomproagros, se encontraba un hombre trabajador y sonriente que a través del café, el cacao y el chocolate  transforma las malas experiencias dejadas por el conflicto y busca dejar gratos recuerdos con sus productos De la abuela mía, donde cada mordida es una degustación de resiliencia y del orgullo de ser campesino. 

Sus cachetes rosados, su entrañable acento y su agradable sombrero delatan su origen. No solo es campesino, sino también un líder. Y está seguro que aquellos hombres de tierra tienen el potencial para hacerlo todo. Su orgullo de ser campesino le brota por los poros; sus palabras apoyan lo que su mirada, sus gestos, su vestimenta y su sonrisa expresan, el amor por el campo, el amor por su pueblo.

Aunque pasen los minutos, su diálogo no cambia, ser campesino debe ser un honor. Y así buscar salir adelante a través de la transformación, dándole valor a lo que se hace.

 

Juan es uno de los muchos habitantes de San Rafael que tienen su pueblo arraigado en el alma, en el corazón, en su piel, que no pasan por alto las amarguras del conflicto armado, pero que lo ven como una opción para continuar adelante, no dejarse vencer y seguir demostrando que los campesinos son los más "respetables y honorables".